“NO QUIERO UN MILLÓN DE DÓLARES”
Fernando y Alicia fueron primos y vecinos durante toda su infancia, se criaron juntos porque sus madres, que eran hermanas, tomó la decisión junto a sus esposos, de vivir en un mismo hogar luego de haber perdido un importante negocio que tenían en conjunto y que los había llevado a la quiebra financiera. Fernando y Alicia, vivieron toda la fase de enseñanza media en la misma casa y por falta de recursos tuvieron que inscribirse en una escuela pública, luego de haber estado en un colegio privado.En este establecimiento educacional compartieron 8 años su vida escolar con niños de sectores vulnerables y lograron interactuar con ellos formando hermosas y duraderas amistades. Una buena anécdota ocurrió cuando llegaron a esa escuela y fueron invitados el primero día de clases a uno de los juegos preferidos de los niños, que era reunirse bajo un árbol en el patio y hablar de qué harían si tuvieran un millón de dólares.
Todos los niños comentaban sus sueños, algunos querían viajar a la Luna y otros tener súper poderes, y los alumnos y alumnas nuevas debían siempre en su primer día pasar por está dinámica. Una buena anécdota ocurrió cuando llegaron a esa escuela y fueron invitados el primero día de clases a uno de los juegos preferidos de los niños, que era reunirse bajo un árbol en el patio y hablar de qué harían si tuvieran un millón de dólares. Todos los niños comentaban sus sueños, algunos querían viajar a la Luna y otros tener súper poderes, y los alumnos y alumnas nuevas debían siempre en su primer día pasar por está dinámica. Una buena anécdota ocurrió cuando llegaron a esa escuela y fueron invitados el primero día de clases a uno de los juegos preferidos de los niños, que era reunirse bajo un árbol en el patio y hablar de qué harían si tuvieran un millón de dólares.Todos los niños comentaban sus sueños, algunos querían viajar a la Luna y otros tener súper poderes, y los alumnos y alumnas nuevas debían siempre en su primer día pasar por está dinámica. Ese día eran 3 los niños nuevos; Fernando, Alicia y Miguel, este último un niño más pequeño, de dos cursos más abajo, tímido y callado. Cuando se les dio la palabra, Fernando habló de crear un castillo y multiplicar su dinero con grandes riquezas. Luego le dieron el turno a Miguel, quién fue embargado por la vergüenza a hablar en público. Cuando Alicia detectó esto, se acercó a Miguel y le preguntó al oído que le ocurría. Miguel le susurró algo, y posterior a eso Alicia dijo a viva voz:¡Miguel tiene un excelente plan para el millón de dólares y el otro año nos contará! Luego fue el turno de Alicia y ella también prefirió guardar silencio como señal de apoyo a Miguel. Esta dinámica se fue repitiendo a medida que transcurrían los años, y Fernando siempre llegaba con ideas geniales para multiplicar el millón de dólares, mientras que Miguel se apegaba buscando protección en Alicia, y ella siempre guardaba silencio prometiendo que en el futuro contaría su plan, lo que nunca ocurrió, ya que un día Miguel no volvió a la escuela y Alicia nunca más volvió a compartir con los niños en la sombra del viejo árbol. Con el tiempo, Alicia y Fernando fueron alumnos destacados, y al entrar a la universidad tuvieron que seguir rumbos distintos, y sus vidas cambiaron radicalmente.Fernando decidió estudiar ingeniería en una universidad tradicional, mientras que Alicia optó por pedagogía en música en un instituto privado de artistas de excelencia. Si bien Fernando visitaba con frecuencia la casa familiar, Alicia no podía hacerlo debido a que estudiaba en otra ciudad y además sus recursos eran escasos, por lo que se contactaba sólo por vía telefónica, pero inmaculadamente todos los días. Cuando egresaron de la universidad ambos siguieron sus vidas y perdieron el contacto, a pesar de haber sido primos entrañables cuando pequeños.Fernando se casó y tuvo hijos, mientras que Alicia decidió optar por no tener decendencia y dedicarse de forma exclusiva a viajar por el mundo compartiendo con otros músicos en cada ciudad que visitaba y hacer clases de diversos instrumentos. Un día la familia de ambos deicidio celebrar con una fiesta las bodas de oro de los abuelos y extendieron al invitación a todos, y entre ellos Fernando y Alicia.El rencuentro familiar fue caluroso y afectivo, uno a uno llegaban los invitados, y entre los primeros llegó Fernando con su esposa y sus dos hijos, quiénes para sorpresa de toda la familia, llegaron en un vehículo de alta gama conducido por un chofer de avanzada edad. Detrás de ellos llegó Alicia en un taxi que la traía desde la estación de buses de la ciudad. Alicia al ver a Fernando corrió hacia él para darle un gran abrazo, pero sufrió una gran desilusión al recibir un frío saludo por parte de su primo. Posteriormente pasaron a la mesa familiar, donde todos compartieron y rieron, recordando bellas historias y entretenidas anécdotas. Fernando les contó a todos que su empresa había crecido de forma acelerada, creado un software que le generó millonarios ingresos, adquirido propiedades y terrenos en varios países del mundo, y que estaban en un punto de lanzar su décima sucursal en el extranjero. Mientras Fernando hablaba de sus logros, su esposa intervino y comentó que sus hijos iban a un colegió católico del barrio alto, con una educación de excelencia y dónde apoderados adinerados inscribían a sus hijos, no sólo para entregarles la mejor educación, sino también para hacer negocios entre ellos. Fernando explicó que todo su éxito se debía a un solo factor, qué durante años en su niñez había pensado en como obtener un millón de dólares con el juego que hacían en la escuela bajo el árbol y que eso le conseguirá lograrlo de forma real en su vida adulta, y más aún, multiplicar ese dinero. Reconoció que al comienzo fue difícil, que tuvo pérdidas millonarias, pero gracias a su talento había logrado llamar la atención de un importante anónimo filántropo que le dio el primero millón de dólares para hacer surgir su compañía. Durante las horas Fernando habló de inversiones y utilidades, de oferta y demanda, de aranceles e impuestos, de costos y precio. La familia estaba impresionada con los negocios de Fernando y con sus éxitos. En cambio, Alicia guardaba un profundo silencio, parecía ajena al diálogo de la sobremesa y miraba por una ventana el viejo árbol de la escuela que se podía ver a lo lejos. En eso, Fernando interrumpe y le pregunta a Alicia: “Y tú prima, ¿Cómo te ha ido con la música? ¿Se gana o no se gana algo en eso? Supe que estuviste viajando, ¿Conociste Silicon Valley y Wall Street? Cuéntanos a todos tus aventuras ”. Alicia respondió que la música es su pasión, y que no ganaba mucho dinero con ella, pero la hacía feliz, y que no era de su interés conocer esos lugares que señalaba, pero que si tenía la oportunidad de estar cerca pasaría. Pero Fernando no se quedó en eso: “Pero prima, no puede andar así por la vida ¿No quieres ser mamá y casarte? ¿No quieres tener hijos? ¿Por qué no aprovechaste el juego del millón de dólares para planificar tu futuro? Alicia contesto: ¡Feña, vivo mi vida de forma plena, no necesito dinero, mi felicidad se basa en hacer clases de música en escuelas vulnerables y ayudar a las familias con menos recursos con un emprendimiento social que tengo! Fernando parecía atónito con lo que escuchaba y le dijo: “Alicia tienes que entender que en esta sociedad algunos estamos arriba y otros abajo, y tu sabes que los niños de escuelas como en la que estuvimos jamás surgen en la vida, aparte eso del emprendimiento social es una pura tontera que no genera dinero y se mide con indicadores absurdos que no dicen nada interesante. Imagínate de ese niño chico que nunca hablaba y siempre andaba lloriqueando al lado tuyo como un cobarde. Quizás ya esté muerto o botado borracho por ahí como todos los que viven en los suburbios ”. En eso Alicia dejó de mirar por la venta, su mirada cambió y se volvió aguda, pero sin perder la serenidad. Toda la familia la miraba en silencio esperando una respuesta: “Primo te voy a contar mi historia del millón de dólares. Recordarás que ese día que llegamos a la escuela nos llevaron al viejo árbol junto a ese niño al que te refieres. También recordarás que ese niño no pudo responder que haría con el millón y me susurró algo al oído. Bueno, lo que no sabes es que me dijo que no quería el dinero, que quería de vuelta a su mamá. Ese niño que trataste como cobarde hace un rato se llama Miguel y su mamá había muerto en un accidente, y su padre fue arrestado por narcotráfico y por eso lo dejamos de ver, porque lo destinaron a hogares de acogida, y por eso tuvo que abandonar la escuela. Cuando él se fue supe que haría si tuviera un millón de dólares; ayudaría a la gente a no tener que sufrir por billetes y monedas, y el primero sería Miguel. Por eso, lo busqué por todos lados, hasta que lo encontré. Había cumplido recién los 18 y había pasado por muchos abusos en sus últimos años y no tenía dónde vivir. Le di techo y comida, y el respondió con trabajo y responsabilidad. Nos transformamos en hermanos con el tiempo, y él logró estudiar una carrera universitaria e independizarse, y hoy es un hombre libre financieramente, ya que participó trabajando de joven y logro formar una riqueza que ahora le permite ayudar a personas de sectores vulnerables a salir adelante. Hace unos años estábamos almorzando y se acordó del juego del millón de dólares, y me dijo que estaba agradecido de por vida por como lo apoyé, que era su única familia y que recordaba ese juego con cariño. También te recordaba a ti Fernando, a pesar de que tu ni recuerdes su nombre. Me dijo que admiraba tu capacidad de soñar y planificar el futuro, y mi capacidad de entregar amor sin esperar nada, y que ahora que tenía dinero de sobra quería retribuir el apoyo. Me mostró unos planos de una propiedad, y me dijo que era una escuela de música habilitada con todo lo necesario, y me pasó las llaves y me dijo que era mía. Luego me entregó una cajita, la abrí y había unos zapatos de niños, que fueron los que les compré a Miguel en la época del colegio con el dinero que reuní cortando pasto. Me puse a llorar y el me contuvo. Me dijo que ese era un símbolo de como lo ayudé a caminar en la vida y que gracias a eso es lo que es. Finalmente, saco de su bolsillo un papel arrugado y algo gastado, me lo mostró y era un comprobante de transferencia. Me dijo que te había buscado, y que había sabido que estabas con problemas económicos graves y que había decidido regalarte el millón de dólares de forma anónima. Por mi parte primo, si volviera el tiempo atrás y estaba contigo, Miguel y los otros niños, en el viejo árbol de la escuela diría: ¡No quiero el millón de dólares! quiero que ningún niño o niña sea mirado en menos por carecer de cosas materiales,que nunca miremos hacia al lado cuando veamos pobreza y que tengamos la valentía suficiente para contener un pequeño que dice extrañar a su madre fallecida ”. Alicia se puso de pie, se dirigió hacia Fernando y lo abrazo como si no hubo mañana. Uno a uno los miembros de la familia siguieron el ejemplo y abrazaron a Fernando, quién entre lágrimas comprendió que todos, los que lo rodeaban en ese momento, valían más que cualquier fortuna que pudiera ofrecer.